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Introducción

Sólo desde 1992 pueden seguirse, en rigor, las actividades de la Asociación a través de estos libros. La documentación conservada en la sede de la Sociedad se completa con seis carpetas que reúnen muy diversos escritos y documentos (recibos, informes jurídicos o correspondencia), recogidos sin ningún orden. Para el periodo fundacional anterior a la Guerra Civil las ausencias son aún más lamentables. La documentación interna, en el caso de que existiese alguna vez, no se conserva y la oficial únicamente se relaciona con la presentación ante la autoridad gubernativa de los reglamentos. Es preciso, en consecuencia, acudir a la prensa médica para detectar algunas de las actividades iniciales de la Asociación en ese primer momento. De este modo y a través fundamentalmente de Gaceta Médica Española, El Siglo Médico y La Medicina Íbera pueden conocerse alguna de las primeras iniciativas llevadas a cabo tanto por la Asociación como por su antecedente más inmediato, la Sociedad de Cirugía de Madrid.En 1988 la Asociación convocó un premio para realizar un trabajo sobre su historia al que no se presentó ningún candidato. El anuncio solicitaba al autor que especificase la metodología y fuentes de información empleados ya que los convocantes eran conscientes de la precariedad de noticias con que se toparía cualquiera que pretendiese investigar sobre la Asociación. Una breve reflexión sobre el pasado de la sociedad exige, pues, comenzar la exposición por esta cuestión que explica las limitaciones que el investigador encuentra. La primera sorpresa surge al constatar que no hay libros de actas de 1949 a 1968 y que a partir de esa fecha, en los dos volúmenes que recogen las asambleas y reuniones mantenidas se aprecian lagunas significativas.

El desconocimiento sobre los propios orígenes ha generado algunos errores que confunden muchas veces a quien desee conocer la historia de la Asociación. Así, desde 1984 en los membretes aparece 1934 como el año de su fundación debido a un error en el diseño del emblema; otra equivocación que se mantuvo algún tiempo en la portada de la revista reseñaba como año inicial de la publicación 1946. Tampoco sus directivos fueron ajenos a algunas imprecisiones que contribuyen al equívoco, así Gómez Durán estimaba en más de 600 el número de socios en 1959cuando apenas si alcanzaba los 500. De igual manera, una relación de presidentes elaborada por la secretaría de la Asociación de finales de los setenta desconoce a alguno de la década anterior.

Una fuente de primer orden para el conocimiento de la vida de la Asociación es su revista oficial que con los títulos de Cirugía, Ginecología y Urología primero y CIRUGÍA ESPAÑOLA después ha reseñado sus congresos y reuniones y ha informado de los acuerdos de sus Asambleas. La ausencia de libros de actas hace todavía más preciosa esta información, pero con desesperante frecuencia la revista deja de cumplir estos cometidos y en consecuencia el investigador se encuentra con vacíos que debe cubrir con otro tipo de fuentes. Así, por ejemplo, sólo se ofrece información de estos asuntos internos (directiva, reglamentos, movimiento de socios, economía o relaciones con otras sociedades similares) hasta 1978. A partir de esa fecha CIRUGÍA ESPAÑOLA deja de informar sobre las Asambleas y las noticias sobre la vida asociativa se restringen al anuncio de sus reuniones, congresos o convocatorias de premios.

Como en ocasiones lamentablemente la revista no reseña acontecimientos relevantes de la Asociación es preciso recurrir a otras fuentes para informarse de sucesos significativos en su trayectoria. El III Congreso celebrado por la Asociación en Granada apenas si deja en Cirugía, Ginecología y Urología otra huella que la publicación de algunas ponencias mientras es la prensa granadina, de información general o médica, la que más pormenorizadamente informa del Congreso y de la Asamblea preceptiva. Algo similar sucede con el recuerdo dedicado a algunos de sus miembros más destacados. Se leen, sí, semblanzas necrológicas más o menos exactas (Rementería, Goyanes, Martín Lagos, los Rodríguez Mata, Piulachs, Vara, Cuadrado) dedicadas a algunos de sus fundadores y socios más activos, pero se advierten ausencias destacadas (Estella, De la Peña, Gómez Durán, Cortés Lladó) que podrían añadir alguna información sobre su propio pasado. Además, resulta difícil el examen de la publicación que se halla incompleta en la mayoría de los centros públicos accesibles. Ni siquiera la Asociación en su propia sede puede ofrecer, para los últimos años, la completa consulta de sus números. Además, la desgraciada costumbre de muchas bibliotecas de suprimir las páginas de noticias y anuncios en las revistas que se encuadernan priva al investigador de una fuente de primer orden que ha de obtener donde le permite su buena fortuna.

La información oral que hoy puede obtenerse, una vez contrastada y analizada, es muy útil para conocer aspectos de la vida interna de la Asociación que no aparecen recogidos en las actas y memorias. Los testimonios personales añaden precisiones y explican sucesos que de otra manera se entienden difícilmente pero, sin embargo, esas fuentes orales resultan muy imprecisas cuando se pretende contrastar hechos que exigen una concreción cronológica exacta. El inexorable paso del tiempo ha hecho desaparecer no sólo a la generación de los fundadores de la Asociación antes de la Guerra Civil sino también a gran parte de sus refundadores en 1949.

La Asociación hasta tiempos muy recientes ha carecido de una mínima estructura administrativa y se ha regido por el voluntarismo entusiasta de unos pocos; se ha mantenido así una notable dependencia de algunas personas sobre cuyo dinamismo reposaba en gran parte la marcha de la sociedad. Las figuras de sus primeros secretarios generales (Rementería, Gómez-Durán, Fernández Zúmel) han sido en este sentido decisivas y algo similar debe decirse de algún otro socio como Rodríguez-Mata, que fue refrendado como secretario de redacción de Cirugía, Ginecología y Urología a la muerte de su padre y que se ocupó de funciones administrativas muy diversas hasta su fallecimiento en 1981. Con la buena voluntad de algunas personas se ha suplido una carencia de medios que ha impedido a la Asociación cumplir con una de las exigencias que sus reglamentos han adjudicado a su secretario general: "vigilar el uso y conservación del archivo". Tampoco los domicilios con que ha contado la sociedad hasta 1979 han permitido dotarla de unos medios indispensables para su autonomía y para la ordenación y catalogación de sus fondos y archivos.

Inevitablemente esta historia de la Asociación Española de Cirujanos ha de tener en muchas de sus páginas un evidente aire de crónica, de relación temporal de sucesos. Es preciso establecer una mínima cronología de hechos, sobre todo cuando la dispersión de la información, las confusiones y la carencia de unos fondos documentales propios exigen llevar a cabo esta tarea muchas veces ingrata. Hasta tiempos muy recientes la Asociación no ha sido otra cosa que sus Congresos y Reuniones, pues la actividad real de la Sociedad que llegaba a los socios se limitaba a ese momento. Por ello se hace necesario dedicar a estas reuniones científicas un interés especial. El autor ha sido consciente de que la inclusión en el texto de mucha información obtenida distraería la atención del lector de aspectos que ha considerado más sustanciales. Pero ha comprendido también que para la propia Asociación había noticias que se consideraban de interés y en los anexos finales ha ordenado esa información más puntual.

Uno de los valores que el estudio de la propia historia confiere al profesional médico, afirmaba hace ya varios años Laín Entralgo, es el de dar dignidad intelectual al propio oficio. Hay toda una tradición histórica que ha buscado en el estudio del pasado un medio para reafirmar, desde los orígenes, la más alta consideración ética que merece la actividad diaria. No ha sido ajeno a ese sentimiento el deseo de los cirujanos por conocer una parte de su propio pasado. La significación de la Asociación hace que sus vicisitudes hayan tenido una indudable repercusión en la historia de la cirugía española. La Asociación Española de Cirujanos ha vivido en su seno las tensiones que el ejercicio profesional ha comportado en España durante más de medio siglo, desde la implantación del seguro de enfermedad al auge y desarrollo de las especialidades quirúrgicas. Ha sido también el campo donde han contendido los distintos grupos y personalidades que en cada momento han aspirado a dirigir el desarrollo de la especialidad. Desde 1953 ha contado con un vehículo de expresión propio que constituye sin duda el más tangible exponente de lo que la organización ha hecho. A través de sus Congresos se detectan las preocupaciones que más han inquietado a estos profesionales, tanto en un ámbito exclusivamente científico como en la órbita más relacionada con el ejercicio diario. Esta contribución a la historia de la Asociación es similar a la que otras sociedades internacionales análogas han generado desde hace varios años. La incorporación, por tanto, del estudio de sus avatares a la historiografía medica no es más que una manifestación de su madurez y plena constitución como sociedad profesional.

Los años oscuros

El antecedente más inmediato de la Asociación Española de Cirujanos lo constituyó la fundación en junio de 1931 de la Sociedad de Cirugía de Madrid. Su creación se debió al interés de algunos cirujanos en agruparse a la manera que sus colegas venían haciendo desde el siglo pasado en otros países de Europa. Su primera directiva la formaban Goyanes Capdevila, Gómez Ulla, Sánchez Covisa, Díaz Gómez, Die Mas, Cardenal Pujals, Olivares Sexmilo y Blanc Fortacín. En un primer momento se pretendió crear Sociedades semejantes en otros lugares de España, y ejemplo de ello fue la que el catedrático Francisco Martín Lagos fundó en abril de 1935 en Valencia donde en aquellos años ejercía la docencia o la que el también catedrático de cirugía Antonio Cortés Lladó intentó constituir unos meses después en Sevilla. Existía antes de la creación de la asociación madrileña una Sociedad de Cirugía en Barcelona con una vida bastante activa pero circunscrita al área lingüística catalana.

La Sociedad de Cirugía de Madrid anunciaba a concurso de meritos, en octubre de 1932, 14 plazas de socios de número a cubrir por cirujanos españoles. No había, pues, ningún auto-matismo en la declaración de socios numerarios ya que los solicitantes debían someterse a una votación secreta entre los miembros y obtener la mitad más uno de los votos para ser proclamados. En realidad, la Sociedad se había constituido con un carácter muy similar al de algunas Academias (en algunas publicaciones coetáneas aparecen los anuncios a ella referidos como Academia de Cirugía de Madrid) y se comprende que muchos profesionales la viesen como aristocrática y clasista.

Este carácter restringido dio motivo a que muy pronto surgiese lo que Bastos Ansart en sus memorias llama "un clamoreo de protestas" que venían de cuantos no habían sido invitados a participar en la nueva fundación. El mismo Bastos comenta, como testimonio de la preocupación de sus primeros socios por darle un aire minoritario y selecto, el hecho de que sus miembros celebraban sus reuniones preparatorias en el curso de una cena en el restaurante Lhardy. Pero la República había creado un clima de mayor sensibilidad igualitaria y fue necesario dar cabida en la naciente Sociedad a cirujanos con ejercicio en otras localidades lo que puso muy de manifiesto las limitaciones de una entidad creada con criterios estrictamente locales.

La celebración en Madrid en marzo de 1932 del IX Congreso de la Sociedad International de Cirugía permitió una intervención destacada de algunos cirujanos españoles (Goyanes, Corachán, Gómez Ulla, Bastos, González Duarte, Trias Pujol, García Tornel, Die y Mas) que tendrían luego mucho que ver con el desarrollo de la Asociación Española de Cirujanos. Desde ese año la Sociedad de Cirugía de Madrid mantuvo un número significativo de reuniones científicas de las que informó la prensa médica y fue ampliando el número de sus miembros. En julio de 1935 se presentó oficialmente en la Dirección General de Seguridad y de conformidad con lo que establecía la Ley de Asociaciones el Reglamento y Estatutos de la Asociación Española de Cirujanos.

Los Estatutos llevaban la firma del presidente de su comité organizador José Goyanes Capdevila y a lo largo de los 23 artículos que lo constituían definía sus intenciones. La Asociación Española de Cirujanos se constituía para "estrechar los lazos de confraternidad personal entre los mismos, velar por el auge de sus intereses morales y materiales, propugnar el avance científico y prestigio social de la profesión quirúrgica y celebrar reuniones anuales de Cirugía, contribuyendo a la labor mundial en pro de esta rama de la Medicina". Con este fin se constituía un "comité organizador" con sede en Madrid y que presidía Goyanes con José María Rementería Aberasturi como secretario. Con el fin de conseguir el ingreso en la asociación de cirujanos de otras regiones, el comité permanente nombraba delegados que representarían a la Sociedad "en cada región autónoma o universitaria de España". Esta división territorial en distritos universitarios o "rectorados" se mantendría hasta el final de los años cincuenta. Socios numerarios de la Asociación serían los pertenecientes a las Sociedades de Cirugía ya constituidas de Madrid, Barcelona y Valencia. La Asociación perdía el carácter minoritario que poseía la Sociedad y admitía como socios a aquellos cirujanos que acreditasen 5 años de actividad médica, de ellos al menos tres en un hospital o clínica de garantía reconocida y haber publicado algún trabajo sobre la especialidad quirúrgica. En consonancia con los principios expuestos en su artículo primero, el Reglamento consideraba como actividad especifica de la Asociación la organización de reuniones anuales a celebrar el mes de abril.

Es evidente que en este primer momento los organizadores estaban indecisos con respecto al carácter real de la Asociación, de tal manera que en algunos de sus artículos se refieren a la misma denominándola "la Sociedad" como si el recuerdo de la fundada en Madrid determinase las funciones de la corporación que se pretendía constituir. En la tradición de muchos de los miembros 1935 permanece como el año fundacional de la Asociación Española de Cirujanos. Junio de 1935 fue para su secretario general Manuel Gómez Durán el momento en que se creó la Asociación y en tal sentido se expresó reiteradamente en momentos especialmente solemnes como las clausuras de los Congresos VI y VII o la sesión necrológica que a Martín Lagos, uno de los fundadores de la primera hora, le dedicó en la Real Academia de Medicina de Madrid. La cronología, sin embargo, no es concluyente en este asunto, pues es diferente la presentación legal de unos estatutos a la constitución plena de una sociedad. Por ello es legítimo el criterio de Pera Jiménez en su biografía de Cortés Lladó cuando considera 1936 el año fundacional de la Asociación". El antecedente habría sido la visita que durante los días 29 y 30 de noviembre de 1935 hicieron a Sevilla un grupo de cirujanos de la Sociedad de Cirugía de Madrid con el propósito de conocer las instalaciones hospitalarias sevillanas y asistir a intervenciones practicadas por cirujanos locales.

Otro propósito según Pera habría sido el de constituir en Sevilla una Sociedad de Cirugía. Este proyecto no se llevó a cabo pero de la reunión habría salido el impulso para la constitución de la Asociación Española de Cirujanos. En la prensa sevillana que daba noticia de la reunión se informaba de la llegada de cirujanos de la Sociedad de Cirugía de Madrid, pero no se hacia mención de la Asociación. En efecto, en marzo de 1936tenía lugar en Madrid una reunión de cirujanos de toda España que bajo la presidencia de Goyanes y la secretaría de Rementería acordaban poner en marcha los propósitos de la Asociación. Los asistentes a esta reunión dejaron su imagen en una fotografía histórica que puede considerarse como la presentación pública de la Asociación Española de Cirujanos y que reprodujo la prensa médica. Se trataba de hombres que tendrían luego relevancia en la vida de la Asociación cuya presidencia algunos ocuparían. A la reunión acudieron, según la prensa de la época, Herrero de Teresa, Blanc Fortacín, Remeteria Aberasturi y Goyanes Capdevila (Madrid), Corachán (Barcelona), Guzmán Ruiz y Morales Aparicio (Valladolid), Pérez Serrano y Forés Pomar (Zaragoza), Saldaña Larrainzar (Bilbao), Pulgar Ruiz (Granada), González Aguilar (Santander), Pérez Argote (Vitoria), Cortés Lladó (Sevilla), García Díaz (Oviedo), Martín Santos y Ayestarán Otamendi (San Sebastián), Sierra Fornés (La Coruña) y Díez Rodríguez (Salamanca). "Estos son los fundadores de la Asociación Española de Cirujanos" concluye rotundamente Pera al identificar a los asistentes a esta reunión madrileña aun cuando no todos los citados aparecen en la citada fotografía.

Conocemos por la prensa la composición del primer Comité permanente de la Asociación constituido además del presidente y secretario citados por Olivares, Corachán y Martín Lagos como vicepresidentes (en su calidad de presidentes de las Sociedades de Madrid, Cataluña y Valencia), Blanc Fortacín tesorero, Víctor Manuel Nogueras contador y Herrero de Teresa vicesecretario. La composición de la primera Junta Directiva era bastante equilibrada en cuanto a la procedencia geográfica de sus miembros entre los que sólo se encontraban cuatro catedráticos, dos de ellos presidentes de otras tantas sociedades regionales (Olivares y Martín Lagos) y dos a título particular (Cortés Lladó y Morales Aparicio). La prensa de la época no se refirió a la constitución de la Asociación por la sencilla razón de que jurídicamente estaba ya formada, pero sí comentó la decisión tomada en esta reunión de celebrar en Valencia en la última decena de octubre de 1936 el Primer Congreso Nacional de Cirugía. Las ponencias a discutir habrían de ser tres: "Narcosis endovascular", "Complicaciones pulmonares postoperatorias" y "Organización en España de la asistencia a los traumatizados". Se cumplía así lo establecido en los Estatutos de 1935 según cuyo artículo 19 se habían de designar dos temas o ponencias científicas y una de carácter profesional. La significación de marzo de 1936 permaneció también en la memoria de la Asociación como lo atestigua el escudo que aparece en los Reglamentos publicados en 1956 donde bajo el Esculapio de su emblema aparece escrito "Fundada en 1936".

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